La vida es una Tagada

Tengo amigos a los que les gusta subirse a la Tagada. Tengo amigas a las que no les gusta y prefieren sólo ver. Sin embargo, a todos nos gusta hacer cosas juntos. Aveces es hilarante y aveces no. Hay amigas que se escapan para comerse una pupusa a solas y no compartir; hay amigos que te invitan a una cerveza tibia pero sin mala intención. Tengo de los que les da pereza todo y de los que quieren hacer de todo. Otros somos necios y repetitivos. Nos da por pasearnos entre la gente y reírnos. Nos sentamos, nos vamos, nos perdemos, nos caemos y nos encontramos. Como chiquitos, como carajillos, como loncheritas, pero ya no tan tontos ni vacíos ni tan pollos. ¡Por dicha! A mis amigos les gusta que les guste y a mi me gusta que les guste. Todos juntos vamos a tumbos y en ocasiones a empujones, pero vamos todos juntos. Corremos, cantamos, bailamos, en círculos, en medio del gentío, de noche o de día. Entendemos cuánto da. De ese modo tenemos el tino de saber decir "hasta pronto" cuando nos acercamos a la sobreexposición. Tenemos planes de dominio mundial que seguimos posponiendo por saltar posando para la foto.  Nos toca pasar malos ratos también. No todo es fiesta siempre. De algún modo, esos ratos nos acercan también, nos hacen mejores amigos. Se siente como si todo fuera a acabar pero no acaba, se dilata, se vuelve puro cachete. Como nos gusta, lo que hacemos es seguir la corriente, dejarnos llevar tranquilos. Da para más y dejamos que dé para más. A donde vamos es una incógnita, pero ahí vamos. Nos hemos ido haciendo más viejos pero de algún modo ahora somos más punks. Si todo plan fracasa, no importa porque planeamos nuevas cosas. Si la noche estuvo buena, si todo anduvo tuanis, pues cerramos sentados haciendo un círculo en el piso con una porción de pollo frito. Mmmm. En fin, para mis amigos y para mí, la vida es como una Tagada.