miércoles, 22 de septiembre de 2010

Oda al Pollo Frito



   Pues hola fierecillas, ha sido un largo tiempo pero no estaba muerto, andaba de parranda. ¿Quién iba a decir que iba a llegar a 5000 visitas? Bueno, mis editores no. ¿Pero qué mejor forma de celebrarlo que con una breve oda al pollito frito?
   Durante muchos años perdí la senda, me dejé seducir por otros tipos de comida chatarra. Me dejé engañar por esa falsa sofisticación que la comida exótica brinda mientras vaciaba mis bolsillos. Vagué por restaurantes de franquicias gringas, por los menús de cuanta cantina me encontraba pero continuaba convenciéndome que el pollo frito era una polada bien fea.
   No le resto valor cultural al hecho de querer explorar los sabores de otras culturas. El que tenga dinero para gastar en sushi, comidas con mucho curri o parrilladas descomunales, que lo haga. Si el asunto es comer pastica italiana, pato al orangè o cualquier carajada afrancesada, está bien. Está bien siempre que no caigan en el mismo error en que yo, vergonzosamente, caí... Abandonar al pollo frito por más de una década...
   Todo se lo debo a la tagada. Si van al archivo de este blog/chinchorro, encontrarán a principios de este año algo que escribí a propósito de la enriquecedora experiencia de haber subido a la Tagada. Bueno, si les da curiosidad, por ahí anda. El punto es que bajé de ella con un hueco en la camisa, los codos chollados, suficientes moretones y un deseo irrefrenable por, claro, pollo frito. Algo me acomodó el cerebro en la revolcada que me pegó esa rueda maravillosa y salí resuelto a llenarme los dedos de grasa.
   Me fui de porción con papas y refresco que no duraron 5 minutos. Casi me como hasta la bolsita plástica en la que venía. Desde entonces he sido el terror de los pollitos. He degustado alitas, muslitos, pechugiutas y toda otra presentación de estas nobles aves.
   La razón de este texto no está clara, ya me dio hasta hambre. Seamos tolerantes con quienes se comen su pollito frito en el bus, en la parada, en los parques, mientras caminan, en donde la tripa les pida saciar su apetito con este crujiente y altamente saturado en grasa manjar popular. No es polo, es rico, no es asqueroso, es rico, no es de mal gusto, es rico, no me está pagando nadie para venderles pollo, simplemente es rico.
   Oh ave milenaria e incapaz de alzar el vuelo como cualquier otra ave competente puede hacerlo, sigue alimentando de forma accesible a nuestro pueblo por los siglos de los siglos, pío pío.