martes, 27 de mayo de 2014

Tempestad

La tarde gris nunca cumplió su promesa,
justo como nosotros ignoramos la nuestra.
Mi carta no fue leída como debía ser,
al igual que las otras apiladas en tu cajón.
Tus plegarias se quedaron en la estratosfera,
como tempestad que anhela acariciar la mejilla de la luna.
Miras de forma esquiva aquella banca,
sabes que ahí podía estar buscándote tras la ventana.
Quiero volver a verme reflejado en tus pupilas,
derramarme a besos en tus labios
y decirte que jamás debí temer caer...
La gravedad dear, la gravedad me llama.
Voy a besar el suelo de nuevo, 
pero sobre tu sombra esta vez.







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