Pasado el cumpleaños, ahora empiezo a subir otras cositas mías.
Oficios que me gustan (bitácora de aficiones)
En todo este tiempo con vos, dirías con una sonrisa algo forzada, hemos sido muchas cosas. Hemos ocupado muchos puestos. Asumido hartas actitudes, tragado muchas inquisiciones. Llorado. Brindo por eso.
Te explico que de los oficios que he ejercido, desde que te conozco, mis favoritos han sido dos: boxeador e intrépido viajero. Con una breve reseña espero entendás porque me encantan.
Boxeador.
(Pelea de pesos pesados y orgullos pisados pactada a doce asaltos).
En una esquina, con mucho sarcasmo y vistiendo los pantaloncillos de la ira: Yo.
En la otra esquina, con mirada de “veníme a mi con esas” y los pantaloncillos de la resignación: Vos.
Primer round: los púgiles se miden con bastante tiempo y aun mucho más desprecio. Ahora sí, se intercambian unas cuantas miradas de rencor con una fuerte carga de barullo. Mucho teatro y poca acción.
Segundo round: Yo salta de su banco con muchísima gana y poca mística (es el underdog), en cambio Vos estudia mejor la situación y lanza tremendo izquierdazo con sólo un guiño de uno de esos temibles ojos. Yo lo recibe y se tambalea justo antes del campanazo que lo salva momentáneamente.
Tercer misterio doloroso: Sí, señoras y señores, los contrincantes están jadeando, sudorosos y con el pelo pegado a su piel. Se abrazan en el centro del ring, intercambian palabras susurrándolas en sus oídos mientras dura ese húmedo y caliente abrazo. Ahora, ambos tienen el olor del sudor de su enemigo pegado y se lanzan en un frenético intercambio de besos y caricias. Parece que Yo está groggy, se tambalea y Vos atina a finiquitar aquí el duelo y con certero gancho de derecha deja a su oponente caer en seco. Sí, damas y caballeros, nadie se va a levantar en esta ocasión. No hace falta ni siquiera el clásico 1, 2, 3, el referee declara el triunfo de Vos por knock out.
Intrépido Viajero.
(Estas son las inéditas aventuras de un hombre en su eterna intro-exploración de nuevos mundos)
Día 26:
El viajero acepta su papel de perenne extranjero en un mar de gentes, en una inmensidad de identidades. Mientras alista algo de tabaco para degustar en medio de una noche en la intemperie de unos brazos de mujer, recuerda su última incursión en terrenos similares a este en el que se repone ahora de una larga jornada de sed, hambre, frustración y carencias afectivas. Pone el cigarrillo en la boca y lo prende sin asomar duda alguna de que se siente tan cómodo allí, entregándose a la fauna de ese cuerpo de mujer; civilización pérdida llena de flores fantásticas con aromas dulcísimos, inigualables, jamás percibidos por hombre alguno en estas latitudes, a esta hora y en este estado.
Día 27:
Saciado y relamiéndose los labios luego de un manjar nocturno de embriagantes néctares, el viajero ve por vez primera la tierra recién encontrada ya a la luz del sol. Se maravilla con sus relieves hermosos, cautivantes pero peligrosos y desconocidos a la vez. Dedica las horas a deleitar la vista con cuanto puede apreciar en rededor.
Día 28:
Luego de mucha meditación y de aceptar que lo único que no tiene nacionalidad es una nube, el viajero entiende que es hora de iniciar el verdadero reto de su vida. Es momento de asentar su campamento en tierras pródigas, fértiles y de comenzar una intro-exploración alma adentro, sólo.
Sin fecha anotada:
El viajero deja unos apurados garabatos además de unos tachones; ha dejado de tomar notas y parte hacia su nueva aventura (quizá la última) en su obsesivo viaje. Esta vez, va hombre adentro: eterno extranjero, demasiado emigrante, exquisito marinero, irresistible perdedor.
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