escrito originalmente para muteca.com
Desde sus inicios, la música rock se convirtió en el género musical que representa la rebeldía e insatisfacción de la juventud. Desde los 50’s se ha ido desarrollando toda una estética que hoy día nos es perfectamente familiar a todos en torno a esta corriente musical. Incluso, hay todo un cliché del rockstar y del ambiente que rodea a la industria relacionada con el género que ahora podemos llamar con propiedad un estereotipo.
Esta bandera de rebeldía fue hace muchas décadas anexada y explotada por el mainstream. Toda la insatisfacción ha significado lo opuesto para los dueños de disqueras, estaciones de radio, productores además de cualquier otra sanguijuela mediática oportunista. Quiero llegar a algo un poco más específico: la obsesión por etiquetar los géneros. Sí, esa es la domesticación a la que me quiero referir sin duda.
Como especie tenemos, desde que nos comunicamos, la necesidad de ponerle nombre a las cosas para entonces poder entendernos partiendo de los convencionalismos. Es un proceso natural. Es parte de nuestra condición humana como lo es ahora vender, comprar, tranzar, plagiar, patrocinar, uniformar, explotar, robar, etc. En términos musicales, no debería de haber una excepción extraordinaria.
Si todos sabemos eso, entonces sería en este momento útil el plantearse si es necesario leer este artículo sobre algo obvio. Bueno, quise comenzar proponiendo una imagen súper roquera como la de la foto del primer larga duración de Elvis Presley, disco homónimo de 1956 cuya portada copiaron The Clash en 1979 con su celebérrimo London Calling o tal vez pensar a un Marlon Brando encarnando a Johnny Strabler, el líder de la pandilla llamada Black Rebels Motorcycle Club en la película The Wild One de 1953. Por ahí quería ir, que tuviéramos en mente un rebelde.
Volviendo al tema, esas ideas que tenemos del rock nos las han sembrado en la cabeza desde antes de nacer. No digo que esto le quite algún valor artístico al rock and roll. ¡Para nada! El rock por mucho es uno de los géneros que han permitido una ramificación y desarrollo de estilos que han posibilitado obras de arte imprescindibles para la cultura pop occidental. Sin embargo, repito, sin embargo, es el género más rentable mediáticamente. El truco está en la escencia del mismo. El rock no se cansa de cambiar, de escurrirse y el mainstream siempre termina poniéndole una etiqueta para clasificarlo en las tiendas, en Internet, en los iPods, en las revistas. Es de ése modo que logra sacarle ganancia a su disidencia.
Desde que el rock fue llamado rock, pasó de ser una manifestación artística escandalosa a ser un muy buen producto comercial. Fue rock and roll, fue rock pop, fue glam, fue progresivo, fue metal, fue punk, fue rock alternativo, fue modern rock, fue grunge, fue techno, fue… no obstante, va hacia el infinito. Si viéramos un esquema de la evolución del rock, notaríamos que las ramas se van extendiendo de forma impresionantemente variada. Las posibilidades de variación son indiscutibles, las manifestaciones actuales, por ejemplo, en la música electrónica (hija bastarda irresistible, lujuriosa, impredecible y dance) traspasan límites encantadoramente.
El rock y el mainstream juegan al gato y al ratón. Luego de un rato, siempre lo alcanza, lo revuelca, lo etiqueta pero aún así, el rock cambia de piel escapando de nuevo por otro buen rato hasta que vuelve a suceder. Cuando pienso en paralelismos, se me ocurre que se parece a la trilogía de Matrix. El rock es necesario para el sistema por un rato para sacudir cráneos, luego para vender copias o descargas.
El rock fue domesticado como el gato, exactamente así, como un gato. El rock entonces nunca fue domesticado realmente como dije desde un inicio.