Minutosantes de acabar con lavida de un salero insolente,tuve la oportunidad de intercambiar impresiones sobre redes sociales (cosa en que sorprendentemente coincidimos sobre la mierda que son), telecomunicaciones y su inclinación por los porteños. Quién podría culparlo? Es un salero!
Sin entrar en muchos detalles y ahorrando vueltas innecesarias, le contaba de una llamada que quería hacer. Le explicaba lo desesperante de mi estado, mis ansias,mi dolor de corazón (que el corazón no duele pendejo! Eso me decía el ingrato!). Cuando estaba a punto de llamar, me decía: "pendejito", así me llamaba, "no has pensado en el caller ID?" Yo le decía que mi número era público y traté de explicarle por qué los números privados son una culiolada.
En fin, terminamos discutiendo de cómo la tecnología se cagó en todo el trágico y desesperado romance de las llamadas anónimas. Cuando en la adolescencia uno llamaba sólo para escuchar una voz y colgaba y terminaba con un cosquilleo estomacal y una sonrisa de imbécil. A tiempos!
Me narró su tragedia y decía llorandoy ebrio "miráme, soy un saco de sal", tenía razón, "más salado que moco de marinero" gemía. Seguido le conté mi tragedia, todo lo que me había sucedido y me llamó "sínico carepicha".
Hasta ahí llegó la conversación. Todo lo demás es confuso,vaporoso y violento. Sal! Sal! Sal! Por todas partes, en mis manos, en mi cara, en mis ojos, en el piso y pedazos del único mal parto que me puso en mi lugar cuando menos lo necesitaba.
1 comentario:
Tiene eso que tienen las sonrisas que nos generan las tragedias ajenas bien contadas!!! Bien!!!
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