domingo, 28 de junio de 2009

La muerte de Michael Jackson y lo que realmente nos cierra el ojete


Luego de la tan sonada muerte del rey del pop, no pude resistirme a opinar al respecto. Sin embargo, mi reacción va dirigida a nuestra reacción misma sobre el hecho. Ese día hubo una intensa mandadera de mensajes de texto y la sobre cobertura, muy predecible, del asunto por parte de los medios. Lo que el 90% de la gente decía cuando oían por vez primera la nueva fue un escéptico "¿En serio?" o "¿Al chile?".
A la mayoría de nosotros nos ha valido bastante picha en lo emocional o afectivo. Digo, yo al menos no sentía ni simpatía ni cariño por el mop. Por otro lado, si sucedió que de primera entrada me causó una impresión. No sabría si definirla como asombro o incredulidad. No obstante, quise reflexionar en el por qué la mayoría de nosotros primero preguntó si era en serio o no. Luego, llegué a la conclusión de que era porque nos enfrentaba ante nuestra propia muerte o a la de un ser querido. Usualmente, se nos muere gente cercana, rara vez un compa al que todos queramos mucho y que tengamos por amigo en común con nuestro grupo. Cuando un familiar se nos muere, los amigos se solidarizan pero no sienten el dolor, nada nos prepara para nuestra muerte o la de alguien a quien queramos todos por igual. Michael Jackson representa eso, al muerto que todos conocemos, que todos "queremos", que todos vamos a extrañar por igual y que nos une y nos asusta un poco. Somos nosotros mismos y nuestros amigos en alguna medida. Es alguien que representa al compita de tragos que tenemos en común y que nos dolería a todos por igual su partida. Por eso la muerte de un tipo a quién ni conocíamos, tal vez ni nos gustaba su música nos impresiona de alguna manera o al menos nos quita 30 segundos para la reflexión.
Lo que trato de decir es que el mae tenía 50 años, iba a salir de gira pronto y es alguien a quien estamos más que acostumbrados desde que tenemos uso de razón. Nacimos con él, nos criamos con él, hasta bailamos alguna vez una canción suya o lo pusieron en una fiesta o vimos un video. El asunto es que es un elemento de nuestra historia en el mundo, parte de la cotidianidad, como tío Hernán, don Misael el pulpero, Min o como las películas de Al Pacino. Sin importar que tan cercano o lejano sea, es como una parte del universo tal y como lo conocemos desde que andamos por aquí. Una parte que desapareció, como cuando demuelen una casa del barrio, se muda un vecino de toda la vida o cancelan la serie que veíamos los jueves a las 7 pm. Poco a poco sucederá, se van a ir muriendo todos y todo y qué miedo morirse o que se mueran los familiares y compas. No digo que él sea eso para mí o para vosotros, mis queridas fierecillas heridas, digo que es un recordatorio, un reminder o un post it en la refri de que todos nos hemos muerto un poco más y que nos seguiremos muriendo igual que nuestro entorno, nuestros bares, los choferes de bus, los dealers, los actores, los directores de cine y por supuesto nuestros tan queridos músicos, grupos e intérpretes.
No soy del tipo cursi ni sentimental, no me dolió la muerte del rey del pop, es una muerte más, incomparablemente menos significativa que la de Benedetti por ejemplo. La diferencia es que Benedetti me es lejano, casi inimaginable excepto por su obra y no tuve el gusto de incorporarlo a mi vida sino hasta que pude aprender a leer.

3 comentarios:

Pelele dijo...

Voy con lo que decís. Sobre todo con lo del agotamiento del "mundo conocido" o como lo conocimos. Pensando sobre el asunto concuerdo con que la muerte de Jackson es un indicador de eso.
Yo que me he pensado (y lo soy)un modesto iconoclasta, siempre he sentido una gran fascinación por los iconos en general (no hablo de famosos o estrellas, aunque algunos también lo sean)y al siglo XX entendido desde la modernidad le crecieron de esos animales a la par de los mass media y los cambios culturales y lo habitaron en todos los ámbitos del playground humano: Buster Keaton, Chaplin, Lauren Bacall, Humphrey Bogart, Eastwood, Marilyn, Kenedy, Che, Fidel, Ho Chimin, Gandhi, Gardel, Pedro Infante, Madre Teresa, Madonna, Edith Piaf, Lennon, Cantinflas, Pele, Maradona, Picasso, Borges, Juan Pablo II y la puta que los parió. El punto es que de una u otra forma fueron y/o son referentes culturales modernos, sigloveinteañeros que se pusieron viejos y se han ido muriendo sin "relevos".
Michael Jackson es de los últimos de esa estirpe que ya no tiene cabida duradera en los imaginarios mundiales justo ahora -y quizá por eso- que la globalización está en la cocina de todas las casas.
Quiero decir, es muy probable que estos iconos del siglo XX sigan perpetuándose en el tiempo; pero lo cierto es que, siguiendo con lo que apuntás, al XXI no lvan a crecer de estas bestias, en el sentido en que las sociedades se han apropiado de ellas casi que por unanimidad. Eso habla de cambios que estamos por asimilar y eso es la o las posmodernidades; y también -en una proyección psicológica colectiva "universal" (preguntale a Lau si such a thing exists)- habla de la intrascendencia humana y directamente de la condición individual de mortalidad... y pensando en otras cosas, creo que este es el comentario más aburrido de este blog. Ojalá no nos muramos nunca... je je je

Rombonauta dijo...

Aparte de todo, no dijiste nada de la foto que puse ahí! Tiene su feeling la cabrona, no? Jajajajaja.

raaul dijo...

Puta Pelele!!! Que bárbaro!!! Clarín cornetas...
Primero, se te olvidó Michael Jordan que es uno más de los íconos de los íconos (habrán otros, por supuesto, pero este no puedo perdonarnos no mencionarlo).

Yo opino como vos. Para mí, actualmente, nos persigue la trivialidad universal de la vida, la muerte y la fama. Hoy por hoy, todos y nadie somos famosos y se cumple a cabalidad la máxima de los 15 segundos de fama "pa' raimundo y todo el mundo", sea en TV, en YouTube, en Twitter, en Facebook... y entonces, nadie dura más que eso.

Como hablabamos el otro día donde Min, la vida(EROS) y la muerte (TANATOS) y todos sus quehaceres son ahora de dominio público y esto aplica para quién sea, pero entonces resta vigencia para todos. Más son famosos pero cada uno dura menos en la cima y se puede volver, pero solo esporádica y bulliciosamente y para ser derrotado por el subsecuente escándalo.

Así, se nos mueren los grandes y eternos, los de siempre y nos extrañamos porque ya no habrá reemplazo -ya no hay banca- y jamás el que traten que siga durará tanto como el primero, por falta de méritos asociados a los imaginarios colectivos, obviamente, gracias a la triviliadad de la que hablaba.(Kobe Bryant -uyyyy como lo odio-, en el caso de mi Michael Jordan).

El precio de la postmodernidad: la desvirtualización de los íconos y el cultivo eterno de las leyendas!!!