Estuve orando de rodillas por horas,
esperando tus milagros.
Esperé ver la señal entrar por la ventana,
tal vez verte partir la roca.
Rogué pidiendo tus favores,
deseando tus favores,
sin saber que la verdadera deidad vive.
No ha muerto; reside entre tus piernas.
Y es justo allí,
donde de rodillas y jadeantes,
irán mis plegarias esta noche.