Ahora que tomo cerveza importada pienso en vos y en cómo antes era diferente. Tengo puesto un disco de Peter Murphy noventero para no sentirme del todo como el personaje de Edward Norton en Fight Club durante las escenas iniciales. No sé de qué manera me va a ayudar a no sentirme acabado el escuchar el Holy Smoke. De repente todo va sucediendo, una cosa a la vez. La cerveza importada es uno de los más preocupantes síntomas. ¿Desde cuándo renunciamos a tomarla en su país de orígen? Resulta más barato beber Pilsen en todo caso. Eso tomábamos cuando teníamos que poner todo el menudo que nos sobraba del bus de la U para comprar una a medias. Eso era romántico. Ahora creemos en el cliché chick flick con botella de vino, velas y alguna mariconada italiana o japonesa. Sin nacionalismos malsanos. Es sólo que antes nos contentábamos con un taco chino medio frío, un derby suave, la puta pilsen a medias y vos y yo. Hay pedazos de mi que han ido muriendo. Uno quedó en el cementerio general, otros 2 en Alajuela, algunos se perdieron con mi ropa negra y el delineador barato o los vomité afuera de Sand. Sin embargo quedan retazos de mi. Este arete que puede resultar tan hipster ahora, la maña de doblar los ruedos hacia afuera... mi carente corte de cabello... Y quedas vos. Vos que nunca te rendiste ni a Hello Kitty, ni al rosa, ni a los tatuajes de delfines o a venderte en la ventana de algún bar de la Calle de la Amargura. Me quedan todos esos y algunos más entre discos y un par de camisetas viejas de cuando eramos jóvenes y malos pero también estúpidos y valeverguistas. Dejámos tantas cosas superficiales y absurdas pasar así nada más... Y las serias las tomamos en serio... Todo mal... Quisiera darme cuenta de lo que pasa realmente cada vez que ojeo un catálogo de muebles para vivienda. Sólo nos ha quedado el refugio de la memoria, ese disco duro portátil que se va a pudrir en una caja enterrado junta a un saco que nunca uso y unos zapatos que me hacen ampollas. Ahora no queda tiempo para más rabietas. Tengo que ir a trabajar un viernes por la noche. Ya no los paso en el Área con una birra y moviendo el pie bajo las luces de neón. Hoy lo paso en una silla frente a una computadora con la radio esa donde habla un gringo sobre este pedazo de paraíso. Como decíamos el flaco y yo, si mi yo del pasado me topara ahora camino al brete, me escupiría en la cara. Yo me cagaría en él también, pero sentiría mucha envidia porque sé que la va a pasar mejor. Qué le vamos a hacer... sólo darle vueltas, masticarlo y volverlo a tragar.